En la Odisea de Homero, Euriclea reconoce a Odiseo por una cicatriz en la pierna, que obtuvo mientras cazaba un jabalí durante su juventud. Esta cicatriz es una marca distintiva que Odiseo conservaba desde entonces. Cuando Euriclea está lavando los pies de Odiseo, nota la cicatriz y lo reconoce inmediatamente, a pesar de que ha sido disfrazado de mendigo. Este momento de reconocimiento es un punto de inflexión crucial en la historia, ya que confirma la verdadera identidad de Odiseo y pone en marcha los acontecimientos que conducirán a su eventual reencuentro con su esposa, Penélope.