¿Cómo funciona la centrífuga?
Las centrífugas se utilizan habitualmente en laboratorios para separar líquidos y sólidos, así como para separar distintos líquidos con distintas densidades. Por ejemplo, se puede utilizar una centrífuga para separar el plasma sanguíneo de los glóbulos rojos o para separar el aceite del agua.
Una centrífuga típica consta de un rotor, un motor, una cámara y un panel de control. El rotor está ubicado en el centro de la máquina y está conectado al motor. El motor hace girar el rotor a alta velocidad, generalmente miles de revoluciones por minuto (RPM).
Cuando una centrífuga está en funcionamiento, la fuerza centrífuga creada por el rotor giratorio empuja los materiales dentro del rotor hacia el exterior del rotor. Esta fuerza es proporcional a la velocidad de rotación y la distancia desde el centro del rotor. Cuanto mayor sea la velocidad de rotación o cuanto más lejos esté el material del centro del rotor, mayor será la fuerza centrífuga.
Los materiales más densos son más resistentes al movimiento por fuerza centrífuga que los materiales menos densos. Esto significa que los materiales más densos se moverán hacia el exterior del rotor, mientras que los materiales menos densos se moverán hacia el interior. Los diferentes materiales eventualmente formarán capas distintas, con el material más denso en la parte inferior y el material menos denso en la parte superior.
Las centrífugas se pueden utilizar para una variedad de aplicaciones, según la velocidad de rotación y el tamaño del rotor. Las centrífugas pequeñas, a menudo denominadas microcentrífugas, se utilizan comúnmente en laboratorios para separaciones a pequeña escala. Se pueden utilizar centrífugas más grandes, como las que se utilizan en entornos industriales, para procesar grandes volúmenes de materiales.