¿De qué son responsables los eosinófilos?
Defensa contra los parásitos: Los eosinófilos son esenciales para proteger el organismo contra las infecciones parasitarias. Lo hacen atacando y matando organismos parásitos, como gusanos y ciertos protozoos. Los eosinófilos son atraídos hacia los sitios de infección parasitaria, donde liberan sustancias tóxicas que pueden dañar y destruir los parásitos.
Reacciones alérgicas: Los eosinófilos también participan en reacciones alérgicas, como la fiebre del heno, el asma y las alergias alimentarias. En estas condiciones, el cuerpo produce anticuerpos llamados inmunoglobulina E (IgE) en respuesta a un alérgeno. Estos anticuerpos IgE se unen a la superficie de los eosinófilos, que luego liberan mediadores inflamatorios como la histamina y los leucotrienos. Estos mediadores provocan los síntomas de una reacción alérgica, como estornudos, secreción nasal, ojos llorosos y sibilancias.
Asma: En el asma, los eosinófilos son una de las principales células inflamatorias que se encuentran en las vías respiratorias. Liberan una serie de mediadores inflamatorios, como la proteína catiónica de los eosinófilos (ECP) y la proteína básica principal (MBP), que pueden dañar las vías respiratorias y causar síntomas de asma como sibilancias, tos, dificultad para respirar y opresión en el pecho.
Trastornos eosinofílicos: En algunos casos, los eosinófilos pueden volverse hiperactivos o acumularse en cantidades excesivas, lo que lleva a una afección conocida como trastorno eosinofílico. Estos trastornos pueden afectar varios órganos y tejidos del cuerpo y pueden causar una variedad de síntomas, según la ubicación y la gravedad de la infiltración de eosinófilos.
En general, los eosinófilos desempeñan un papel crucial en la protección del cuerpo contra infecciones parasitarias y en la regulación de las respuestas alérgicas. Sin embargo, en determinadas situaciones, la sobreactivación o acumulación de eosinófilos puede contribuir a la enfermedad.