Durante la etapa embrionaria, nuestros esqueletos están compuestos principalmente de cartílago. El cartílago es un tejido conectivo flexible que ayuda a sostener y proteger los huesos en desarrollo. A medida que avanza el desarrollo, el cartílago se calcifica y endurece gradualmente hasta convertirse en hueso mediante un proceso llamado osificación. Cuando nace un bebé, sus huesos están en su mayoría osificados, pero el cartílago continúa desempeñando un papel importante en el crecimiento y la remodelación ósea durante la infancia y la adolescencia.