¿Cómo daña un ataque cardíaco al hígado?
Flujo sanguíneo reducido:
Durante un ataque cardíaco, la acumulación de placa o un coágulo de sangre obstruye el flujo sanguíneo a los músculos del corazón. Esta restricción impide que la sangre rica en oxígeno llegue a otros órganos, incluido el hígado. La reducción del flujo sanguíneo y del suministro de oxígeno al hígado puede causar una afección llamada isquemia hepática.
Inflamación:
Un ataque cardíaco provoca daño tisular e inflamación en el corazón. Esta respuesta inflamatoria no se limita al corazón, sino que puede volverse sistémica y afectar a varios órganos del cuerpo, incluido el hígado. Los niveles elevados de marcadores inflamatorios y hormonas del estrés pueden contribuir al daño hepático.
Insuficiencia cardíaca congestiva:
Un ataque cardíaco grave puede debilitar el corazón y provocar insuficiencia cardíaca congestiva (ICC). En la insuficiencia cardíaca congestiva, el corazón se vuelve incapaz de bombear sangre con eficacia, lo que provoca la acumulación de líquido en el cuerpo, incluido el hígado. Esta condición, conocida como congestión hepática, puede dificultar la función hepática y causar daño.
Medicamentos:
Ciertos medicamentos utilizados para tratar un ataque cardíaco o controlar sus complicaciones pueden tener efectos secundarios que afectan el hígado. Por ejemplo, algunas estatinas, que son medicamentos para reducir el colesterol, pueden provocar un aumento de las enzimas hepáticas, lo que indica daño hepático.
Factores de riesgo:
Las personas que sufren un ataque cardíaco a menudo tienen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir problemas hepáticos. Estos factores, como la obesidad, la presión arterial alta y la diabetes, pueden contribuir al desarrollo de la enfermedad del hígado graso o de la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD). Con el tiempo, la NAFLD puede provocar daño e inflamación del hígado.
Por tanto, si bien un infarto afecta directamente al corazón, también puede tener consecuencias indirectas para el hígado, especialmente en casos de daño cardíaco grave o inflamación sistémica. En tales casos, los profesionales médicos evalúan no sólo la condición cardíaca sino que también monitorean la función hepática y brindan el tratamiento adecuado para mitigar el posible daño hepático.