Los angioblastos son células precursoras mesodérmicas que dan lugar a células endoteliales, que recubren la superficie interior de los vasos sanguíneos, y pericitos, que son células murales que sostienen las células endoteliales y ayudan a regular el flujo sanguíneo. Los angioblastos emergen durante el desarrollo embrionario del mesodermo, la capa media de las tres capas germinales que se forman durante el desarrollo embrionario temprano. Estas células migran y se agregan para formar vasos sanguíneos primitivos, un proceso conocido como vasculogénesis. Durante la vasculogénesis, los angioblastos se diferencian en células endoteliales, que forman el revestimiento interno de los vasos sanguíneos, y pericitos, que envuelven las células endoteliales y brindan soporte. La angiogénesis, la formación de nuevos vasos sanguíneos a partir de vasos preexistentes, también implica la proliferación y migración de angioblastos. Los angioblastos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo del sistema circulatorio y la formación de nuevos vasos sanguíneos durante el crecimiento, la reparación y la regeneración de los tejidos.