¿Cómo se diagnostica la fibrilación ventricular?

La fibrilación ventricular (FV) normalmente se diagnostica mediante un electrocardiograma (ECG). , una prueba no invasiva que registra la actividad eléctrica del corazón. En ritmo sinusal, el ECG muestra un patrón constante de impulsos eléctricos que se originan en el nódulo sinoauricular (nódulo SA), que se encuentra en la aurícula derecha. Cuando se produce FV, el ECG muestra una actividad eléctrica rápida y caótica que se origina en múltiples sitios dentro de los ventrículos, lo que provoca latidos cardíacos irregulares e ineficaces.

Las características clave observadas en el ECG durante la FV incluyen:

1. Ausencia de complejos QRS organizados: Los complejos QRS característicos, que representan la contracción ventricular, están ausentes en la FV.

2. Ondas fibrilatorias: La FV se caracteriza por una actividad eléctrica rápida, irregular y desorganizada, que produce ondas fibrilatorias en el ECG. Estas ondas tienen diferentes formas, tamaños y duraciones, creando un patrón caótico.

3. Ausencia de ondas P y segmentos ST diferenciados: Las ondas P (que representan la contracción auricular) y los distintos segmentos ST (que representan el período entre la despolarización y la repolarización ventricular) no son identificables en la FV.

4. Valoración: La frecuencia cardíaca durante la FV suele ser muy rápida y oscila entre 200 y más de 300 latidos por minuto. Este ritmo rápido e irregular es ineficaz para generar un gasto cardíaco significativo.

Cuando el ECG muestra los hallazgos característicos de la FV, se convierte en la herramienta principal para diagnosticar esta arritmia. El reconocimiento y el diagnóstico oportunos son cruciales, ya que la FV se considera una emergencia médica y requiere desfibrilación inmediata para restaurar el ritmo cardíaco normal.