Por lo general, fumar no disminuye la actividad de los ataques epilépticos. De hecho, varios estudios han sugerido que fumar puede aumentar el riesgo de convulsiones y empeorar el control de las mismas en personas con epilepsia. Algunas investigaciones indican que ciertas sustancias de los cigarrillos, como la nicotina, podrían interferir con la eficacia de los medicamentos antiepilépticos, reduciendo su capacidad para controlar las convulsiones.