El miedo puede provocar un aumento temporal de la presión arterial debido a la respuesta natural de "lucha o huida" del cuerpo. Cuando una persona siente miedo, el cuerpo libera hormonas como la adrenalina y el cortisol, que hacen que el corazón lata más rápido y los vasos sanguíneos se contraigan. Esto provoca un aumento de la presión arterial a medida que el corazón bombea sangre más rápidamente y con mayor fuerza a través de vasos más estrechos. La presión arterial suele volver a la normalidad una vez que el miedo desaparece o la persona se calma. Sin embargo, el miedo crónico o excesivo puede contribuir a la hipertensión arterial a largo plazo si no se controla de forma eficaz.