No llames feliz a ningún hombre que
no esté muerto porque sólo después de que una persona ha muerto podemos evaluar verdaderamente su vida y su impacto. Mientras una persona está viva, siempre existe la posibilidad de que ocurra un cambio, un fracaso o una desgracia, que podría alterar nuestra percepción de su felicidad. Además, sólo después de la muerte podemos ver el resultado final de la vida de una persona, lo que puede arrojar luz sobre si realmente alcanzó una felicidad duradera.