En su experimento, Frederick Griffith combinó bacterias muertas por calor con bacterias vivas no virulentas. Cuando se inyectó la mezcla a ratones, estos enfermaron y murieron. Griffith concluyó que un "principio transformador" de las bacterias muertas por calor había transferido material genético a las bacterias vivas. Este "principio transformador" se identificó más tarde como ADN, y es la evidencia que sugiere que la causa de la neumonía no era un veneno químico, sino más bien una transferencia genética de una bacteria a otra.