Para el bebé probeta, ¿es problema de hombre o mujer?
Para que se produzca un embarazo exitoso, se requieren tanto espermatozoides como óvulos sanos. Si hay problemas con la producción o función de los espermatozoides en la pareja masculina, como un recuento bajo de espermatozoides, una motilidad deficiente o una morfología anormal, esto puede afectar las posibilidades de fertilización. En tales casos, la FIV se puede utilizar para recuperar espermatozoides e inyectarlos directamente en el óvulo para facilitar la fertilización.
Por otro lado, si el problema reside en la pareja femenina, como trompas de Falopio bloqueadas, endometriosis, trastornos de la ovulación o mala calidad de los óvulos, la FIV puede sortear estos obstáculos. En este escenario, los óvulos se extraen de los ovarios y se fertilizan con esperma en un ambiente de laboratorio controlado. Los embriones resultantes luego se transfieren al útero de la mujer para lograr el embarazo.
En algunos casos, ambos socios pueden tener factores que contribuyen a la infertilidad. Por ejemplo, la pareja masculina podría tener una calidad de esperma subóptima y la pareja femenina podría tener una ovulación irregular. En tales situaciones, la FIV puede abordar ambos aspectos utilizando el esperma de la pareja masculina para fertilizar los óvulos de la pareja femenina en un entorno controlado, maximizando las posibilidades de lograr el embarazo.
Es importante tener en cuenta que la FIV no siempre es exitosa y el resultado puede verse influenciado por varios factores, como la edad de las personas, la causa subyacente de la infertilidad y las respuestas individuales a los tratamientos de fertilidad. Por lo tanto, es esencial que las parejas que buscan FIV se sometan a una evaluación y consulta exhaustivas con especialistas en fertilidad para determinar el mejor enfoque según sus circunstancias específicas.