La cafeína, un estimulante del sistema nervioso central, nos mantiene despiertos bloqueando los efectos de la adenosina, un neurotransmisor que favorece el sueño. Los niveles de adenosina aumentan a lo largo del día, lo que nos hace sentir cansados y listos para dormir por la noche. La cafeína se une a los receptores de adenosina en el cerebro, evitando que la adenosina se una y cause somnolencia. Este efecto de bloqueo aumenta la actividad neuronal y el estado de alerta, lo que dificulta conciliar el sueño o permanecer dormido. La cafeína también puede interferir con el ritmo circadiano del cuerpo, alterando el ciclo natural de sueño-vigilia. El consumo de cafeína en las horas previas a la hora de acostarse puede afectar significativamente la calidad y cantidad del sueño, lo que dificulta lograr un sueño nocturno reparador.